Los vídeos aún pueden verse en Internet. En uno de ellos, dos mujeres rusas que huyeron de una parte de la región de Kursk, ocupada durante un tiempo por el ejército ucraniano, afirman haber visto a soldados polacos en vehículos blindados. Según ellas, se reían descaradamente y disparaban contra las casas.
En otro vídeo vemos a alguien filmando desde la ventana de una casa rural cómo unos vehículos blindados entran en territorio ruso. Desde fuera del encuadre se oye el siguiente comentario: “Oh, polacos. ¿Lo ves?”. Y otro vídeo más. Esta vez grabado por soldados ucranianos. En él, una anciana rusa, enfermiza, al verlos pregunta: “¿Sois polacos?”. Ellos responden: “Somos de los vuestros. ¡Ucranianos!”. Ante esto, la anciana les pide: “¿Podéis llevarme? Me duelen las piernas”.
Los jóvenes soldados, claramente divertidos, explican que no tienen lugar porque transportan suministros, ¡concretamente munición! A cambio, la anciana recibe algo de comer. Y los soldados siguen su camino. Le desean salud y saludan con la mano. Ella les devuelve el saludo. Y así termina el encuentro con los polacos. Seguramente se pueden ver más vídeos similares en la red.
Esto está relacionado con el fracaso de la ofensiva rusa en Ucrania. Por ello, el Kremlin comenzó a proclamar que Rusia no está luchando contra Ucrania, sino contra toda la OTAN. Sin embargo, creo que los rusos no pueden perdonarle a Polonia otra cosa. El hecho de que, durante la crisis ucraniana desde 2014, Polonia se convirtió en uno de los principales aliados de Ucrania y se pronunció a favor de las sanciones contra Rusia. Las autoridades y los medios de comunicación rusos comenzaron a acusar a Polonia de aspirar a la hegemonía en Europa del Este y de apoyar a las fuerzas antirrusas en la región.
La propaganda rusa ya ha convencido a los rusos de que Polonia se ha dejado arrastrar a una guerra contra Rusia. Y de que los polacos están muriendo en el este de Ucrania, en el Donbás. También insiste en que los políticos que gobiernan Polonia están defendiendo los intereses de Estados Unidos, y no los de los polacos. Es más, los medios de comunicación rusos afirman obstinadamente que las autoridades polacas están actuando en contra de la voluntad de la sociedad polaca. La participación del ejército polaco sería contraria a los verdaderos intereses de los polacos.
Polonofobia
Creo que el fenómeno descrito no es más que polonofobia, es decir, animadversión hacia los polacos. La polonofobia en Rusia se deriva de profundas circunstancias históricas y de la rivalidad geopolítica entre Polonia y Rusia. Aparece en la historia de Rusia en diferentes épocas, a menudo en el contexto de conflictos políticos, culturales y territoriales entre Polonia y Rusia.
La hostilidad hacia Polonia y los polacos en Rusia se vio reforzada por la propaganda y los estereotipos, que alimentaron la sensación de amenaza y enemistad. La polonofobia rusa, es decir, la animadversión hacia los polacos y Polonia, tiene profundas raíces históricas y está condicionada por numerosos factores políticos, tanto del pasado como del presente. Su desarrollo se deriva de la rivalidad geopolítica entre Polonia y Rusia, así como de las crecientes diferencias en los sistemas políticos y los valores que representan estos países. La polonofobia en la propaganda rusa tiene muchas facetas.
Marioneta de Estados Unidos
En los medios de comunicación rusos, Polonia suele ser retratada como un país sin política propia independiente, que defiende los intereses de EE. UU. en el flanco oriental de la OTAN. La polonofobia rusa contemporánea también tiene su origen en la política interna del país. Desde hace años, los medios rusos presentan a Polonia como una «marioneta de Occidente» y un «peón antirruso» en el juego global de EE. UU. En la retórica política rusa, a menudo se clasifica a Polonia junto con países enemigos de Rusia, como los países bálticos y Georgia.
En la Rusia actual, los medios de comunicación y los políticos promueven la narrativa de una “amenaza polaca”, como parte de una retórica antioccidental más amplia. La polonofobia contemporánea suele ir acompañada de críticas a la OTAN, a Occidente y a la democracia liberal, en las que se presenta a Polonia como el país que lidera las acciones antirrusas. Tras la caída de la URSS y la adhesión de Polonia a la OTAN y a la Unión Europea, las relaciones entre Polonia y Rusia siguen siendo tensas. En la propaganda rusa, Polonia se presenta a menudo como un país agresivo hacia Rusia y leal a los Estados Unidos y la OTAN, lo que alimenta actitudes hostiles hacia los polacos en algunos círculos de la sociedad rusa. La hostilidad actual es el resultado de diferencias en la orientación política: Polonia, como miembro de la OTAN y de la UE, se opone a la Rusia autoritaria, que busca recuperar su influencia en Europa del Este.
Tras la caída del comunismo en 1989, Polonia se orientó rápidamente hacia Occidente, convirtiéndose en uno de los líderes de la transición democrática en Europa Central y Oriental. La adhesión de Polonia a la OTAN (1999) y a la Unión Europea (2004) fue percibida por Rusia como una amenaza directa a su influencia en la región. Polonia se convirtió en uno de los principales defensores de la ampliación de la OTAN y del refuerzo del flanco oriental de la Alianza, lo que provocó una dura reacción por parte de Moscú. Rusia consideraba la expansión de la OTAN hacia el este como una amenaza para su seguridad. Como miembro activo de la OTAN y uno de los críticos más acérrimos de Rusia, Polonia fue fuertemente estigmatizada por la propaganda rusa.
Animosidades históricas
La propaganda rusa evoca regularmente los conflictos históricos entre Polonia y Rusia, sugiriendo que Polonia pretende revisar las fronteras o actúa en detrimento de los intereses rusos. Aquí es donde hay que buscar las fuentes de la polonofobia en Rusia. En Rusia se cultiva la historia de los conflictos entre Polonia y Rusia, como las guerras polaco-rusas, las particiones de Polonia, los levantamientos nacionales (de noviembre y enero), así como acontecimientos posteriores, como la guerra polaco-bolchevique (1919-1921). Esto alimenta la hostilidad y genera estereotipos negativos sobre los polacos en Rusia. Durante los siglos XVI y XVII, la Mancomunidad Polaco-Lituana fue uno de los estados más grandes y poderosos de Europa, que rivalizaba con el Zarato ruso por la influencia en Europa Oriental. Fue entonces cuando comenzó a gestarse la desconfianza y la hostilidad mutuas. Las largas guerras y luchas por el control de Ucrania, Bielorrusia y Lituania se convirtieron en la base de las animosidades posteriores.
Las particiones de la Primera República desempeñaron un papel importante. En el siglo XVIII, Polonia fue dividida entre Rusia, Prusia y Austria. Rusia desempeñó un papel clave en estas particiones, lo que contribuyó a crear entre las élites rusas la imagen de Polonia como un enemigo y una amenaza para los intereses imperiales rusos. Las particiones de Polonia a finales del siglo XVIII fueron el resultado directo del deseo de eliminar a Polonia como Estado soberano. El objetivo político de Rusia era destruir a Polonia, que se consideraba un obstáculo para la expansión rusa en la región. Las particiones no solo fueron un acontecimiento geopolítico, sino también simbólico, que puso de manifiesto la rivalidad entre Polonia y Rusia por la dominación en Europa Central y Oriental.
En Rusia, desde la época zarista, existían estereotipos que presentaban a los polacos como rebeldes, anarquistas y personas que buscaban socavar el orden ruso. Las autoridades zaristas solían presentar a los polacos como una amenaza para el poder ruso en los territorios anexionados como resultado de las particiones. Las revueltas nacionales polacas (de noviembre de 1830-1831 y de enero de 1863-1864) fueron una expresión directa de la resistencia contra la dominación rusa. Para las élites políticas rusas, especialmente en el siglo XIX, los polacos se convirtieron en un símbolo de amenaza constante para la integridad del imperio. La animadversión hacia los polacos, que puede definirse como polonofobia, se veía a menudo reforzada por la propaganda zarista, que presentaba a los polacos como rebeldes y revolucionarios.
La polonofobia de los rusos puede haber surgido en la guerra polaco-bolchevique (1919-1921). Tras la Primera Guerra Mundial, Polonia recuperó su independencia, lo que inmediatamente provocó un conflicto con la Rusia bolchevique. La guerra polaco-bolchevique fue un momento clave en la historia de la polonofobia en Rusia. La derrota del Ejército Rojo en la batalla de Varsovia en 1920 (el llamado milagro del Vístula) y el fracaso en la guerra se convirtieron en una experiencia humillante para los bolcheviques, lo que avivó la hostilidad hacia Polonia en los círculos de la élite soviética. Polonia era vista como una amenaza para las ambiciones comunistas de Moscú de expandir la revolución hacia el oeste de Europa.
En el siglo XX, especialmente en el período de entreguerras y después de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda de la URSS perpetuó la animadversión hacia Polonia, sobre todo en el contexto de la lucha ideológica entre el comunismo y la independencia polaca. Las autoridades soviéticas presentaban a Polonia como un Estado reaccionario, hostil a la Unión Soviética «proletaria». Después de la Segunda Guerra Mundial, Polonia quedó bajo la influencia de la Unión Soviética, pero las tensiones y la polonofobia no desaparecieron. La República Popular de Polonia, aunque oficialmente era aliada de la URSS, seguía siendo un país con un fuerte sentido de identidad nacional y en el que aún se mantenían vivas las aspiraciones de independencia. En la URSS existía la convicción de que los polacos no eran plenamente leales al sistema comunista. Un ejemplo de ello fue la oposición polaca a la hegemonía de Moscú, especialmente en 1956 y 1970, y durante el surgimiento del sindicato «Solidaridad» a principios de los años 80.
Consolidación de la sociedad
La polonofobia rusa es también una herramienta política utilizada por el Kremlin para la consolidación de la sociedad en torno a la idea de que Rusia está rodeada de Estados hostiles, entre ellos Polonia. Esto refuerza la narrativa de la fortaleza sitiada, que Moscú utiliza con gusto para legitimar su gobierno autoritario y su política exterior imperialista. La retórica antioccidental, en la que Polonia desempeña el papel de «mal vecino», es un elemento central de la política rusa y sirve para alimentar la unidad interna en torno al régimen de Vladimir Putin.
Marek Melnyk

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