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La mentira de Katyń

“¡Es imposible! Se escaparon”, respondió Stalin (1941) a la pregunta del general Władysław Anders sobre el destino de los oficiales polacos que en 1939 cayeron prisioneros de los soviéticos. “¿A dónde podrían haber escapado?”, insistió el general Anders. “A Manchuria, por ejemplo”, respondió Stalin. En realidad, la NKVD los había fusilado en la primavera de 1940, algo que Stalin sabía perfectamente.

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La mentira de Katyń

Tras el ataque de la Unión Soviética (aliada de la Alemania nazi en aquel momento) contra Polonia, que comenzó el 17 de septiembre de 1939, muchos soldados polacos fueron hechos prisioneros por los soviéticos. Los oficiales fueron recluidos en campos de Kozelsk, Starobelsk y Ostashkov, así como en prisiones de los territorios de la Segunda República Polaca anexionados por la URSS tras la agresión del 17 de septiembre de 1939. El asesinato, llevado a cabo en varios lugares de la URSS, fue perpetrado por la NKVD en abril y mayo de 1940. Entre los lugares de ejecución y ocultación de los cadáveres de las víctimas se encontraba Katyń, que se convirtió en símbolo de este crimen de guerra con todas las características de un genocidio. Sus víctimas fueron al menos 21.857 oficiales del Ejército Polaco, funcionarios de la Policía Estatal y otros ciudadanos polacos.

El asesinato de los polacos se ocultó meticulosamente. Hasta el verano de 1941, las autoridades de la Unión Soviética (URSS) ocultaron el crimen con gran eficacia, sin proporcionar ninguna información al Gobierno polaco en el exilio y sin permitir el acceso de las organizaciones de ayuda internacionales, incluida la Cruz Roja, a los campos de prisioneros de guerra y las prisiones. La situación cambió tras el ataque del Tercer Reich a la URSS y la firma, el 30 de julio de 1941, del acuerdo Sikorski-Maiski, que restableció las relaciones diplomáticas entre Polonia y la Unión Soviética.

Fue entonces cuando comenzó la formación del Ejército Polaco en el Este, al que se iban a incorporar miles de prisioneros detenidos en Kozelsk, Starobelsk y Ostashkov. Cuando resultó que solo se presentaron unos pocos cientos de personas de ese grupo, la parte polaca comenzó a preguntar: ¿dónde está el resto? Los soviéticos respondían con silencio, o con explicaciones retorcidas o incluso absurdas. Por ejemplo, en diciembre de 1941, Stalin, en una conversación con Władysław Sikorski, declaró que los prisioneros polacos podrían haber huido a Manchuria, y tres meses más tarde, sugirió al general Władysław Anders que se encontraban en campos alemanes.

Las sospechas del Gobierno de la República de Polonia sobre el asesinato de prisioneros de guerra polacos por parte de la URSS se confirmaron en la primavera de 1943. El 11 de abril, la agencia de noticias alemana «Transocean» anunció el hallazgo en el bosque de Katyń de los cuerpos de oficiales polacos asesinados por la URSS. Cuando dos días después Radio Berlín repitió esta información, el asunto adquirió repercusión mundial. La reacción del Kremlin fue inmediata. Ya el 15 de abril, la Oficina de Información Soviética emitió un comunicado con información falsa, en el que se indicaba que en 1941 los oficiales polacos habían sido asesinados en Katyń porque los rusos no habían tenido tiempo de evacuarlos antes de que las tropas alemanas se acercaran a Smolensk. Ante los esfuerzos del Gobierno polaco en 1943 por esclarecer completamente el asesinato de los oficiales polacos, Moscú acusó a Polonia de colaborar con Hitler y rompió relaciones diplomáticas.

En septiembre de 1943, las tropas alemanas se vieron obligadas a retirarse de la zona de Smolensk ante el avance del Ejército Rojo. Esto provocó que, hasta enero de 1944, el equipo soviético llevara a cabo operaciones encubiertas con el fin de ocultar los hechos y crear evidencias falsas. Los agentes de seguridad intimidaban a los testigos y colocaban en las fosas comunes pruebas falsas que servirían para concluir que los alemanes eran los culpables. La versión oficial soviética sobre el destino de los polacos asesinados fue dada a conocer el 24 de enero de 1944 por la llamada comisión Burdenko (por el nombre del cirujano que la presidía, el profesor Nikolái Burdenko), que afirmó que los culpables del asesinato eran los alemanes. La mentira contenida en el comunicado se difundió inmediatamente en la URSS y entre los periodistas anglosajones. Los polacos no recibieron ningún apoyo de los líderes de las potencias occidentales, que, en nombre de la continuidad de la alianza bélica con Stalin, le ayudaron a ocultar la verdad sobre este crimen. La versión soviética de la masacre también fue propagada por la dirección del Partido Comunista Polaco.

La narrativa de la comisión Burdenko se mantuvo vigente en la Unión Soviética durante varias décadas. Para sostenerla, las autoridades del Kremlin llevaron a cabo campañas de propaganda y tomaron decisiones legales y diplomáticas. Lo mismo ocurrió en los países satélites, donde los Servicios secretos locales perseguían y vigilaban a quienes cuestionaban la mentira de Katyń. Esta situación no cambió tras la investigación que la Cámara de Representantes de Estados Unidos realizó durante 1951-1952, que determinó por unanimidad la responsabilidad de los soviéticos en el asesinato de los oficiales polacos.

En respuesta a estas conclusiones, en el bloque del Este se desarrolló una campaña masiva para propagar las conclusiones ficticias de la comisión Burdenko. Esta campaña alcanzó su máxima expresión en la República Popular de Polonia, subordinada a la URSS tras la guerra y gobernada por los comunistas, donde tanto las autoridades como la prensa publicaban las mentiras sobre Katyń.

Durante todo el período que duró la República Popular de Polonia, estaba prohibido hablar de la masacre en lugares públicos, y la palabra “Katyń” era censurada en todas las publicaciones. Al mismo tiempo, las autoridades de la Unión Soviética continuaban llevando a cabo operaciones de desinformación. Por ejemplo, en 1969 se creó en Bielorrusia un mausoleo en memoria de las víctimas civiles de la guerra con Alemania, eligiendo deliberadamente el pueblo de Chatyn como lugar simbólico de recuerdo. En 1983 se erigió en Katyń un monumento soviético con una inscripción falsa: “A las víctimas del fascismo: los oficiales polacos fusilados por los nazis en 1941”. A su vez, en 1985, las autoridades de la República Popular de Polonia inauguraron en el cementerio militar de Powązki un monumento con la inscripción: “A los soldados polacos víctimas del fascismo nazi que descansan en la tierra de Katyń, 1941”.

La Unión Soviética no admitió el crimen de Katyń hasta el 13 de abril de 1990, calificándolo como «uno de los crímenes más graves del estalinismo». Sin embargo, a mediados de la década de 1990, se reactivó en Rusia la mentira soviética sobre Katyń. A las conclusiones falsas de la comisión Burdenko se añadió la invención sobre la supuesta falsedad de los documentos revelados por el presidente ruso Boris Yeltsin. Cuestionar la responsabilidad por la masacre de los polacos en 1940 sigue siendo popular en los círculos académicos, políticos y periodísticos. En 2024, el ex fiscal general de la Federación Rusa, Yuri Skuratov, repitió la mentira de que Alemania era responsable de Katyń y sugirió volver a investigar los crímenes de hace años.

Por su parte, el Servicio Federal de Seguridad ruso presentó supuestos nuevos materiales que demostraban que los polacos no fueron asesinados en Katyń por la NKVD, sino por los nazis. El problema es que las copias escaneadas de los documentos proceden del trabajo de la llamada comisión Burdenko, que tenía como objetivo probar la culpabilidad de los alemanes. Por su parte, en el libro de texto de historia vigente en Rusia, el tema del crimen de Katyń se ha simplificado al máximo, señalando que los soldados polacos no fueron víctimas de represión, sino simplemente personas enterradas en territorio ruso. Así, hasta hoy nos enfrentamos a un intento de impugnar lo que ya se sabe. Esto plantea a los polacos el reto de desenmascarar continuamente la desinformación y difundir la verdad sobre los trágicos acontecimientos de 1940.

Krzysztof Kierski

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