Para comprender mejor la desinformación rusa contra Polonia, vale la pena examinar las opiniones de Alexander Solzhenitsyn (1918-2008), escritor ruso, disidente y ganador del Premio Nobel de Literatura.
Solzhenitsyn fue soldado del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial y fue arrestado en 1945 por comentarios críticos hacia Stalin en cartas privadas. Fue condenado a ocho años de gulag, y sus experiencias en el campo se convirtieron en la base de su obra. Tras salir del campo, Solzhenitsyn se exilió en Kazajistán.
En los años 60 comenzó a publicar (entre otras obras, “Un día en la vida de Iván Denisovich”, 1962), lo que le convirtió en un símbolo del deshielo. En los años 70, las autoridades soviéticas lo expulsaron del país. Vivió en Suiza y Estados Unidos. Regresó a Rusia en 1994.
Además de “Un día en la vida de Iván Denisovich”, sus obras más importantes son Archipiélago Gulag (1973), una obra monumental que documenta el sistema de campos de trabajo en la URSS, fundamental para la comprensión mundial del totalitarismo soviético, El pabellón del cáncer (1968) El primer círculo (1968) y Rusia en crisis (1998), una colección de ensayos sobre la situación de la Rusia postsoviética.
Solzhenitsyn fue un crítico del comunismo y del totalitarismo soviético, pero también del Occidente liberal. Hizo hincapié en la importancia de la espiritualidad, la tradición ortodoxa y la renovación moral de Rusia. En sus últimos escritos, subrayó que Rusia no debía seguir los pasos de Occidente, sino desarrollar su propio camino.
Se le considera un testigo de los crímenes del comunismo. En Rusia se le percibe de forma ambivalente: por un lado, es un héroe antitotalitario, pero por otro se le acusa de nacionalismo y conservadurismo. Tras su muerte en 2008, fue honrado por el Estado ruso (Putin visitó a su familia y en 2018 se celebró su centenario).
En el ensayo “¿Cómo reconstruir Rusia?” (Как нам обустроить Россию?), publicado en 1990 en la revista Komsomolskaya Pravda y posteriormente ampliamente debatido, el escritor presentó su visión del futuro de Rusia en vísperas de la desintegración de la URSS. Solzhenitsyn predijo la caída del imperio soviético y propuso la separación voluntaria de las repúblicas de Asia Central y el Cáucaso.
Consideraba que Rusia no debía mantenerlas ni forzar su unidad. Escribió que arrastrar consigo a las regiones no rusas era perjudicial para la propia Rusia. Proponía la construcción de un nuevo Estado basado en Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el norte de Kazajistán (regiones habitadas en su mayoría por población rusoparlante y ortodoxa). Consideraba que estas naciones eran histórica y culturalmente cercanas y que debían constituir la base de la futura Rusia.
Solzhenitsyn abogaba por la democratización y la autonomía local, y criticaba el poder centralizado. Hacía hincapié en la necesidad de un renacimiento moral: el rechazo del pasado totalitario, el retorno al cristianismo y a los valores espirituales. Era contrario al liberalismo occidental y al capitalismo en su forma comercial y consumista.
Ya en 1990 señalaba la catástrofe demográfica de los rusos étnicos: descenso de la natalidad, alcoholismo, alta mortalidad. Proponía remediarlo mediante el fortalecimiento de la familia, la religión y la educación moral. Subrayaba que Rusia debía evitar imitar ciegamente a Occidente. Criticaba el materialismo, el consumismo y la falta de espiritualidad estadounidenses. Señalaba que Rusia debía seguir su propio camino, basado en los valores tradicionales y espirituales.
Solzhenitsyn sobre Polonia
La postura de Aleksandr Solzhenitsyn hacia Polonia es uno de los aspectos menos estudiados de su pensamiento y, al mismo tiempo, revela la tensión entre la experiencia antitotalitaria común a polacos y rusos y la visión imperial rusa, profundamente arraigada en su cosmovisión. Solzhenitsyn se refirió en numerosas ocasiones al destino de los polacos en sus análisis históricos y reflexiones políticas.
Y, al mismo tiempo, parecía temer instintivamente a Polonia. Esta dualidad en su forma de pensar sobre las relaciones entre ambos pueblos es, probablemente, una característica típica de los rusos. La maquinaria propagandística de este país lo sabe y lo aprovecha diligentemente.
Los polacos como compañeros de prisión en el Gulag
La imagen más positiva que Solzhenitsyn tiene de Polonia está relacionada con sus recuerdos de los gulags. En Archipiélago Gulag, escribió con gran admiración sobre los presos políticos polacos, destacando su dignidad, su sentido de comunidad y su fortaleza espiritual.
En su opinión, los polacos se distinguían de otras nacionalidades presentes en los campos, constituyendo un ejemplo de fortaleza y fuerza cultural. En este sentido, el destino de Polonia era para él un símbolo del sufrimiento infligido por un sistema totalitario y, al mismo tiempo, un ejemplo de resistencia espiritual.
Crítica a las aspiraciones de independencia de Polonia
Sin embargo, al mismo tiempo, Solzhenitsyn trató las aspiraciones políticas polacas con considerable reserva. Sus escritos políticos – en especial, “Cómo reconstruir Rusia”- contienen críticas a la tradición jaguelónica, es decir, la idea de Polonia como un Estado multinacional que abarque territorios lituanos, bielorrusos y ucranianos. Solzhenitsyn creía que tales aspiraciones habían conducido históricamente a conflictos innecesarios con Rusia y, en el siglo XIX, a trágicas revueltas que causaron sufrimiento a los polacos, pero no les proporcionaron la independencia.
Fronteras y cuestión territorial
Según la visión de Solzhenitsyn, la Polonia de la posguerra debía aceptar las fronteras establecidas en 1945, reconociendo sus derechos sobre los territorios occidentales, pero sin reclamar los orientales. En su opinión, la frontera oriental de Polonia era histórica y étnicamente ruso-bielorruso-ucraniana, y sus disputas sobre los territorios orientales (Kresy) constituían un obstáculo para la normalización de las relaciones polaco-rusas.
El catolicismo como fortaleza y obstáculo
Solzhenitsyn respetaba el catolicismo como fundamento de la identidad nacional polaca. Señalaba que fue precisamente la religión lo que permitió a los polacos sobrevivir a las particiones y al sistema comunista. Al mismo tiempo, como pensador ortodoxo de creencias conservadoras, veía en el catolicismo un elemento ajeno al mundo espiritual ruso, lo que le hacía pensar que una reconciliación espiritual plena entre Polonia y Rusia era difícil.
“Solidaridad” y Juan Pablo II
Solzhenitsyn escribió con admiración sobre el movimiento “Solidaridad”, viendo en él un auténtico despertar nacional, arraigado en la tradición y no inspirado por Occidente. También destacó el papel de Juan Pablo II como líder espiritual, aunque no compartía plenamente su visión de una Europa libre, democrática y unida, por temor a que ello pudiera significar la marginación de Rusia.
Por lo tanto, la actitud de Solzhenitsyn hacia Polonia era compleja. Estaba marcada por una contradicción interna. Admiraba a los polacos por su lucha contra el comunismo, pero temía, al igual que el ruso promedio, que en la Polonia independiente resurgieran algunas tendencias destructivas hacia Rusia. Parecía como si temiera las ideas relacionadas con la identidad polaca en la era posterior a la caída del comunismo. La Polonia que había luchado heroicamente contra el comunismo le inspiraba admiración. La Polonia posterior al comunismo, ya no. Temía que Polonia pudiera contagiar la idea de libertad e independencia política a las naciones eslavas de Bielorrusia y Ucrania, que él consideraba genéticamente vinculadas a Rusia. Temía el “dominio espiritual” polaco sobre ellos. Temía que, si eso ocurría, provocaría la desintegración de Rusia.
Las manipulaciones de los desinformadores
La propaganda y la desinformación rusas han utilizado en repetidas ocasiones las opiniones de Aleksandr Solzhenitsyn para legitimar narrativas antipolacas. Aunque Solzhenitsyn tenía una actitud ambivalente hacia Polonia, sus críticas a las aspiraciones nacionales y territoriales polacas se citan selectivamente en los medios rusos para presentar a Polonia como un agresor histórico. El pensamiento de Solzhenitsyn es canibalizado por los propagandistas.
- Cita selectiva en los medios de comunicación rusos
Los medios de comunicación propagandísticos rusos suelen citar fragmentos de Solzhenitsyn en los que critica los levantamientos nacionales y las aspiraciones territoriales polacas, omitiendo al mismo tiempo su reconocimiento del sufrimiento polaco en los gulags y su respeto por la identidad nacional polaca. Esta cita selectiva tiene por objeto presentar a Polonia como un país que históricamente ha representado una amenaza para Rusia.
- El uso de Solzhenitsyn en las narrativas imperiales
En la propaganda rusa, Solzhenitsyn es presentado como una autoridad que advirtió sobre el imperialismo polaco. Sus opiniones sobre las fronteras orientales de Polonia y la limitación de las aspiraciones territoriales se utilizan para justificar la política rusa hacia los países vecinos, incluida Polonia. Se le presenta como un sabio que reafirmaba la razón de Estado rusa en el contexto de las relaciones con Polonia.
- Instrumentalización en las narrativas antipolacas
Las fuentes propagandísticas rusas utilizan varios recursos típicos en relación con Solzhenitsyn. En primer lugar, se recurre a la cita selectiva. Se citan fragmentos de las críticas de Solzhenitsyn a Polonia, pero se omiten los fragmentos que expresan respeto por el pueblo polaco. Se exagera la crítica histórica de las relaciones ruso-polacas. Sus advertencias sobre los levantamientos nacionales polacos se presentan como prueba de una “Polonia siempre agresiva”.
Se omite su natural anhelo de recuperar la independencia. Se centra en la crítica de las aspiraciones territoriales y las revueltas nacionales históricas, y se omite el respeto de Solzhenitsyn por la identidad, el sufrimiento y los movimientos de liberación polacos.
También se suelen combinar citas de los escritos de Solzhenitsyn con críticas a la política actual de Polonia. Se utilizan fragmentos de sus escritos en narrativas que sugieren que la Polonia contemporánea es una continuación de la histórica.
En la percepción rusa, Solzhenitsyn se convierte en una autoridad moral e histórica cuyas opiniones supuestamente confirman las tesis rusas sobre la amenaza que representa Polonia. Esta utilización de su pensamiento es un ejemplo clásico del uso de la autoridad literaria e intelectual para legitimar la política histórica y la propaganda.
Demografía
No podemos comprender la actitud de Solzhenitsyn hacia Polonia sin retomar el ya mencionado contexto de la catástrofe demográfica en Rusia. El concepto de unidad de los eslavos orientales, postulado por Solzhenitsyn como condición para la existencia de Rusia, supuestamente amenazada por Polonia, se entiende mejor si tenemos en cuenta las regiones étnicamente rusas (el llamado núcleo ruso).
Los rusos étnicos (eslavos orientales, ortodoxos) predominan principalmente en la parte central y noroeste de la Federación Rusa. Allí, la proporción de rusos suele alcanzar el 80-95%. El centro de Rusia lo componen los distritos de Moscú, Tver, Smolensk, Vladímir, Kaluga, Riazán, Nóvgorod, Vorónezh, Lípetsk, Tambov, Belgorod y Kursk. El noroeste de Rusia comprende San Petersburgo y los distritos de Leningrado, Nóvgorod y Pskov. La región del Volga (en parte) también es un área de predominio ruso. Aquí se encuentran los distritos de Sarátov, Penza y Kírov.
El norte de la Rusia europea, es decir, los distritos de Arcángel, Vologda y Kostromá, también está dominado por los rusos. Los Urales también pueden considerarse una zona con predominio ruso (distritos de Sverdlovsk, Chelíabinsk y Perm), aunque con una mayor presencia de población tártara y baskir. Siberia occidental: Novosibirsk, Omsk, Tomsk y Kemerovo son igualmente zonas donde los rusos étnicos constituyen la mayoría, aunque se observa una mayor diversidad. Así que esto es Rusia propiamente dicha.
La segunda parte de Rusia son las regiones mixtas, donde hay una gran presencia de rusos, pero también de otros grupos autóctonos conquistados por los zares. Son Tartaristán y Bashkortostán. Los rusos suelen constituir entre el 35% y el 45% de la población, junto con los tártaros y los baskirios. A esta “segunda Rusia” podemos incluir Siberia oriental y el Lejano Oriente. Las grandes ciudades (Irkutsk, Krasnoyarsk, Jabárovsk, Vladivostok) son principalmente rusas, pero en toda la región viven importantes minorías autóctonas (buriatos, yakutos, evenkos).
Y, por último, Rusia también incluye regiones no rusas, donde los rusos son minoría. Cáucaso Norte: Chechenia, Daguestán, Ingushetia, Kabardino-Balkaria, Osetia del Norte: aquí hay muy pocos rusos (a menudo menos del 5-10%). Yakutia (Sajá): los rusos representan alrededor del 40 %, el resto son yakutos autóctonos. Tuvá, Buriatia, Kalmykia: los rusos étnicos constituyen una minoría o la mitad de la población.
Chechenia, Ingushetia, Daguestán: prácticamente “depuradas” de población rusa tras las guerras de los años 90. Todo ello es consecuencia de que, en el siglo XX, Rusia pasó por tres reestructuraciones estatales fallidas. Primero fue el intento de modernización zarista, luego el comunismo estatal y, tras su colapso, el capitalismo de mercado, que se convirtió en la dictadura de Putin. Los fracasos en la modernización de Rusia y la falta de una transformación social y económica sostenible condujeron al colapso demográfico en Rusia.
Por lo tanto, el “núcleo ruso” se está reduciendo demográficamente de forma inexorable. Esto se debe a la baja natalidad, el envejecimiento de la población y la emigración. Por el contrario, las regiones musulmanas y siberianas están creciendo: mayor fertilidad y estructura de edad más joven. Como resultado, en un plazo de dos o tres décadas, la proporción de rusos étnicos en toda la Federación podría descender del 72% actual a alrededor del 60% o menos. El “núcleo ruso” (regiones centrales y noroccidentales, Siberia occidental) se está despoblando sistemáticamente.
Conclusión
En la actitud de Aleksandr Solzhenitsyn hacia Polonia, el respeto por su sufrimiento y su fuerza espiritual se combinaba con una mirada crítica hacia su tradición política y sus aspiraciones territoriales. En este sentido, Polonia era para él tanto un aliado cercano en la experiencia del comunismo como un rival potencial en el ámbito político y civilizatorio.
Esta ambivalencia ilustra perfectamente la tensión entre el pensamiento imperial ruso y el destino común de las naciones de Europa Central y Oriental en el siglo XX. Aunque Solzhenitsyn tenía una actitud ambivalente, pero esencialmente respetuosa hacia Polonia, la propaganda rusa presenta selectivamente sus opiniones de una manera que favorece la narrativa antipolaca.
Marek Melnyk

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